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Alma, magia y verdad en Granada con Alba Reche

Alma, magia y verdad en Granada con Alba Reche

© Tania GC

M.S.

Alba Reche tocó el alma de cada asistente en su concierto en Granada gracias a su estilo, que mezcla pop alternativo, electrónica y folk. La Sala Aliatar fue testigo el pasado 29 de marzo de una de esas noches que quedan grabadas en la memoria. Alba Reche cerró en España (por el momento) su gira No soy tu hombre Tour antes de su última parada en México, y lo hizo con una intensidad que trascendió el escenario. Su último trabajo, No soy tu hombre, sirvió de hilo conductor para este intenso viaje musical.

Desde el primer minuto quedó claro que este no sería un concierto más. La artista pisó el escenario con una seguridad y una entrega absolutas, como si fuera suyo, como si llevara años conquistando escenarios de cualquier tamaño y parte del mundo. No necesitó grandes artificios visuales, porque la verdadera fuerza estaba en ella: en su voz rasgada, en su magnetismo, en la forma en que cada gesto parecía hecho para conectar con quienes estaban allí. En lugar de dispersar la atención con efectos innecesarios, la puesta en escena se centró en lo esencial: su arte puro y sin adornos.

La iluminación jugó un papel clave, envolviendo cada canción en una atmósfera casi cinematográfica. Potenció los momentos de mayor fuerza y envolvió en delicadeza los más íntimos, haciendo del concierto toda una experiencia sensorial. Cada destello, cada sombra, parecía subrayar la emoción con la que Alba Reche interpretaba sus canciones.

Energía y frescura

Pero si algo definió la noche fue la energía indescriptible que se respiraba en la sala. Alba así lo sintió, y con su frescura innata, así lo expresó: este fue uno de sus mejores conciertos. Su conexión con el público granadino fue total, natural, como si artista y audiencia vibraran en la misma onda. Desde las primeras filas llenas de seguidores incondicionales hasta quienes llegaron sin conocer su repertorio, todos se vieron envueltos en una comunión difícil de explicar, pero fácil de sentir. Cantaron, se abrazaron, se dejaron llevar. Había algo especial en el aire, algo que pocas veces se ve en los conciertos de hoy en día.

La Posada se convirtió en el himno de la noche, sonando hasta dos veces, la última con la artista saltando entre el público, desdibujando la cuarta pared. Hubo momentos de pura emoción con Quimera, interpretada en un formato más íntimo, y otros de entrega absoluta, con Alba arrodillándose para sentir más cerca a quienes la escuchaban. En cada canción, el público se convirtió en un instrumento más, en parte del espectáculo, cantando con ella, elevando cada nota.

Al final, quienes llegaron sin expectativas salieron con el corazón lleno. Al preguntarles cómo definirían la experiencia, las palabras más repetidas fueron “don” e “infravalorada”. Pero hubo una que se escuchó aún más: “magia”. Y es que pocas veces un concierto consigue dejar esa sensación de plenitud. Alba Reche no solo lo logró, sino que lo transformó en verdad.

© Tania GC

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