
CURRO ofreció risas, brindis y confesiones en el Llorón MiniTour en Barcelona

M.S
La Sala Vol de Barcelona se convirtió en un refugio emocional el 5 de abril gracias a CURRO y su Llorón MiniTour. Desde la puerta ya se intuía que lo que venía no era un concierto cualquiera: una cajita con pañuelos decorada con el logo del tour te invitaba a coger uno “por si acaso”. Spoiler: sí, los necesitabas. CURRO había venido a hacernos sentir, y vaya si lo consiguió.
Con una escenografía mínima pero cargada de intención —una silla, un teléfono, un cajón— y una iluminación que respiraba con el ritmo de cada tema, CURRO transformó el escenario en su propio espacio íntimo. El show comenzó con “sentío”, y desde ese primer instante el público, variado en edad y estilo pero unánime en entrega, no dejó de corear, moverse y emocionarse.
El setlist, que CURRO interpretó en este orden, fue una declaración de intenciones:
1. sentío
2. llorón
3. tk
4. el niño
5. qndo?
6. 378 km/h
7. tieso
8. x fa
9. apático
10. desecho
11. fango
12. bolonia
13. CA 11540
14. desmantelao
15. no hay conexión
16. se va
17. quemao sin sol
18. el palmar
19. canción inédita (sin título anunciado)
Para presentar “CA 11540”, CURRO regaló otro de los momentos más celebrados: sacó una botella de manzanilla de Sanlúcar y la ofreció a la primera fila. Fue un gesto sencillo, pero cargado de ese amor por lo cotidiano y por sus raíces que tan bien define su música. En otro punto del show, armado solo con el cajón y su voz, sin efectos ni producción, nos regaló una interpretación que congeló el aire en la sala y arrancó lágrimas sinceras.
CURRO no paró de moverse, jugar con el espacio, agradecer al público y compartir anécdotas entre canción y canción. Alternó temas con autotune y otros completamente a voz limpia, demostrando su versatilidad y su honestidad. Fue un concierto sin artificios, donde cada elemento, por simple que pareciera, tenía sentido.
Y así, entre risas, brindis, confesiones y un repertorio que viaja entre la pena y la celebración, CURRO nos dejó claro que ser un llorón no es una debilidad, sino una forma preciosa de estar vivo. Salimos de la Sala Vol sabiendo que habíamos sido parte de algo más que un concierto: habíamos compartido verdad.













